El minero al que da vida Antonio Molina en el cine, es como mínimo sorprendente. Podia incluso ser delegado de la mina en el sindicato vertical por lo asumida que tenia su condición de minero que cada vez que levantaba la voz no era para pedir aumento de sueldo sinó para deleitar con su cante al empresario catalán por supuesto, que lejos de despedirlo le concedía dos dias no recuperables. Este minero, consciente de que el futuro era muy oscuro trabajando en el carbón, cuyo objetivo no era el dinero sino ser el mejor barrenero de toda Sierra Morena, se iba a la mina cantando porque sabía que su madre quedaba rezando por él en el altar. Tenía su corazoncito y decía que aguantaba mejor un barreno en la negra galeria que el mirar limpio y sereno de los ojos de su amada,grababa el nombre de ella con su barreno en el fondo de la mina y esperaba el relevo de su compañero para, siempre segun él, ir a galantear, cuando la luna asomara allá por el horizonte, todo ello con la figura del cura planeando constantemente.
Era nuestro minero un hombre prudente, bien domado que no le preocupaba para nada ni el mísero jornal, ni la revolucion de octubre en la cuenca minera asturiana, ni politiquerías por el estilo, solo la valentía de los mineros que trabajan en las minas de La Unión. Era un sol de hombre que cuando cantaba una taranta solo te entraban ganas de llenarlo de besos, llevartelo a tu casa y ponerlo encima del televisor como era costumbre hacer con el toro de Osborne o las bailarinas de flamenco, cuando los televisores no eran de plasma.
Un cantautor asturiano cuyo abuelo quemó su vida arrancando negro carbón, seguramente considerando que el minero que encarna Antonio Molina no hacía justicia a su abuelo, escribió lo siguiente sobre la tragedia repetida en las minas, tambien antes de contar con sistemas de rescate tan sofisticados como el utilizado en Chile.
En la planta 14 del pozo minero,
en la tarde amarilla tres hombres no volvieron,
hay sirenas, lamentos, acompasados ayes a la boca del pozo,
dos mujeres de luto anhelando dos cuerpos
y una madre que rumia su agonía en silencio: ¡es el tercero!
A las diez la luna clara se refleja en las sortijas del patrón recién llegado
con sombrero, gravedad y su aburrido gesto,
él ha sido el primero, vendrán gobernadores, alcaldes, ingenieros,
tratarán de salvar la presentida viuda que se muerde el pañuelo
no sabrán acercarse a la madre que les mira con los ojos resecos.
A las doce el patrón mirará su reloj, los otros ya se fueron
y en un punto y aparte, esbozará un fastidio mientras piensa: 'pero, ¿dónde están estos?'
ha llegado otro relevo de bomberos
y a la una menos diez verá la noche el primer muerto.
Sentados en el suelo los mineros se hacen cruces y reniegan de Dios
quién diría les pillara de sorpresa la tragedia repetida
a veces el más bravo, se le queda mirándo fijamente al patrón con los dientes apretados
y el patrón con sombrero, tiene dos policías a su lado, no hay cuidado.
Tres horas lentas pasan y a la luz de las linternas asustadas
el cura con los ojos arrasados al segundo le va uniendo sobre el pecho las manos
y un chaval de quince años mientras llora impotente se abraza contra un árbol
y el chófer del patrón con su gorra de plato se siente desplazado
es un hombre prudente, bien domado.
El rocío ha calado hasta los huesos cuando sale el tercero
que recibe con sonrisa gris-azul la madrugada
y con voces los mineros, mientras se abrazan todos
y uno de ellos, el más fiero por no irse al patrón llora en el suelo.