Barrio de la Triniá. Paseaba por sus calles cuando vió "una mocita juncal" pero en el lenguaje del pueblo era una "tia buena".Se llamaba Candelaria, con ese nombre que se podia esperar. Se acercó una noche a su ventana con propósito de relaciones pero ella le da la primera en la frente "Tengo novio formal" le dice. El se va con el rabo entre las piernas, nunca mejor dicho, a cantar su pena blanca, sin rencor, sin agobiarla como el fantoche que va en romeria con la cofradia del santo reproche y regresó a la maldicion de los bares de copas, y al tablao donde se dejó salud y dinero. Sombras y luces y quejios.
Tras una de esas noches locas de Zambra, vino, guitarra, el fantasma de los celos hace su invisible aparicion y se dedica a seguir los pasos de ella por la orilla del Orvío,, como un perrito arrecío que al final encuentra las caricias finjidas de ella, pero aunque finjidas a el le elevaban a la gloria. Ella era como el agua del rio que pasa y él era la piedra que se queda en la ribera, piedra fria que ni siquiera se plantea matarla cuando la ve pasar con el otro, el novio formal. Los formales y el frio.